lunes, 17 de septiembre de 2012

LIBRO DE CABECERA

Podríamos hablar de un laberinto indescifrable, de una lectura incómoda llegando a lo indeseable. Podríamos llenar páginas con amargos calificativos aludiendo al estilo, a lo incomprensible de la obra en sí, al porqué de su estructura, de sus recurrencias y paralelismos con la mitología..., si que podríamos, pero nos apartaríamos de su verdadera esencia y de sus motivaciones, perdiéndonos en enigmas y trampas que como buen irlandés colocó por toda la obra el autor, James Augustine Aloysius Joyce (Dublín 2 de febrero de 1882 - Zúrich, 13 de enero de 1941). Juega Joyce en otra liga, muestra otras dimensiones, parcelas del ser que no estamos dispuestos a admitir dócilmente. 

La novela "convencional" suele ser condescendiente con el lector dejandole al margen de los acontecimientos, en Ulises sin apenas notarlo acabas siendo parte, haciendo tuyas las miserias, obscenidades y bajezas, las asimetrías, el desequilibrio, la parcialidad y como no los momentos sublimes, y la locura, y la cordura, no en partes iguales claro está. Todo envuelto en un tornasolado papel de celofán dublinés con innumerables pliegues de imposible desenvoltura.

Es una obra sublime, sin duda, áspera en exceso, hasta la desesperación diría yo, llena de connotaciones religiosas, referencias históricas, pasos en falso, tórridos placeres, perfumes de malta tostada y alcohol  que inundan tabernas, pestilentes calles, húmedos hogares y agrestes paisajes en una Irlanda y en un mundo en el que los cambios estaban todavía por venir, acontecimientos que ni siquiera son intuidos por el autor en una escena internacional vigorizada por el colonialismo de influencia anglófona, con cierto retrogusto hispánico.

Un día en la vida de leopold Bloom y Stephan Daedalus, el 16 de junio de 1904, una "Odisea" que nos llena de realidad en un imaginario mitológico: la mente de los personajes y la manifestación de sus pensamientos como exabruptos caóticos. Para ello Joyce utiliza un estilo de escritura diferente en cada episodio (la obra se compone de 18), el culmen tiene lugar en el último de ellos, no utilizando ningún signo de puntuación, emulando así el libre fluir de ideas y pensamientos de la mente.

En definitiva, una salvaje cabalgada en una vieja yegua desbocada.