Uno no nace innumerables veces en
momentos históricos diferentes, ni puede abarcar el cúmulo de experiencias
necesarias para un "Cum Laude" vital; solo aspiramos a graduarnos y morir con
dignidad para retomar el camino.
Ante tal evidencia nos servimos
de un paliativo para, siquiera de soslayo, tocar lo que no somos capaces de
vivir siendo, pero si leyendo. Así absorbemos personalidades ajenas sintiéndonos protagonistas
de novelas como la que nos ocupa.
Fue publicada en 1979, nos lleva
desde el Shangai colonial y el Japón de Posguerra hasta un presente (años setenta) visto con obsolescencia por el lector actual, este
hecho no le resta vigor a la narración
debido a que el hilo conductor es la personalidad del protagonista, y su
suerte.
Trevanian (seudónimo del autor)
nos perfila el concepto que da título a la novela, Shibumi, ideal japonés de
lo sublime, el silencio, la discreción, la sutileza, algo más allá de la
excelencia. Lo hace a través de la vida del protagonista, Nicolai Hel, del que
no desvelaré aquí nada, excepto que su objeto era alcanzar a vivir según este
principio.
Una lectura envolvente, sencilla,
aunque vista con perspectiva histórica nos pueda parecer en algunos aspectos un
poco ingenua en lo que respecta a las relaciones internacionales, y la
concepción del mundo vista desde los años setenta en plena crisis mundial del petróleo